Llega un punto en la vida de todo cocinero en que si quieres seguir en la cresta de la ola tienes que inventar, innovar, sorprender e incluso rallar en la tomadura de pelo. Se empieza con espumas...en las que con una patata y una carga de gas alimentas a una boda. Continúas con las esferificaciones, que tienen su gracia pero tienes que estudiar un grado de químicas para poder hacerlas. De ahí pasas al humo, que roza en la tomadura de pelo a no ser que envuelto en esa nube de humo haya un chuletón de Avila. Bueno, pues de los creadores de la espuma, esferas y humo, nos llega el obulato, una especie de papelinas que se deshacen con solo mirarlas, más caras que si estuvieran hechas con lengua de colibrí. Se rellenan de lo que quieras siempre que no sea algo líquido, ni ácido, ni puntiagudo...vamos, tiene más normas que el Risk. Nosotros, tras infinitos fracasos en los que veíamos desintegrarse ante nuestros ojos las papelinas, optamos por hacer unas bolitas con Brie y jamón picado y presentarlos como si fueran caramelos.
¿Qué dónde está la gracia? Pues que la sensación es que te estás comiendo el caramelo con envoltorio hasta que se deshace en tu boca. Un envoltorio totalmente insípido por otro lado. Habrá que seguir explorando las posibilidades del obulato, porque de momento no compensa.
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